domingo, 3 de octubre de 2010

Hamlet III

Hamlet.- [...] son acciones que uno puede representar; pero lo que siento dentro de mí no puede ser exteriorizado. ¡Todo lo demás es solo ropaje y adorno del dolor!
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Laertes.- [...] Sé precavida, la mejor defensa es el temor. [...] Que tu lengua no descubra tus pensamientos ni tus acciones delaten irreflexión.
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Hamlet.- [...] Un átomo de impureza es capaz de arruinar la más noble sustancia, rebajándola hasta su misma degradación.
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Hamlet.- [...] Será bueno apuntar que uno puede sonreír y sonreír, y ser un canalla.
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Actor Reina.- [...] porque en la mujer el temor y el cariño van de la mano:
son nulos o extremados.
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Actor Rey.- [...] Es absolutamente inevitable que olvidemos pagarnos lo que nos debemos a nosotros mismos. Los que nos proponemos en el calor de la pasión, lo abandonamos cuando ésta llega a su fin. La violencia misma del dolor o del placer destruye también sus propias realizaciones.
Cuanto más disfruta el placer, más se lamenta el dolor; la aflicción se alegra, la alegría se aflige por las razones más triviales. Este mundo no es para siempre, y no es extraño que hasta nuestros amores cambien con nuestra fortuna; porque es una cuestión aún no resuelta si el amor gobierna a la fortuna o la fortuna al amor.
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Hamlet.- Te lo suplico
Guildenstern.- Señor, no sé cómo se toca (flauta)
Hamlet.- Es tan fácil como mentir. Se cubren estos agujeros con los dedos y el pulgar; se echa aire por la boca, y el instrumento proferirá la más elocuente música.
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Rey.- [...] pero sé que el amor está sujeto al tiempo, y he visto y comprobado muchas veces, que el tiempo termina moderando la chispa y el fuego que hay en él. Dentro de la misma llama de amor hay una especie de mecha o de pabilo que acaba por debilitarla. Nada existe que se mantenga en el mismo nivel de intensidad, cuando se torna excesiva, lo consume todo. Lo que queremos hacer, deberíamos hacerlo en el preciso instante en que lo deseamos. Porque ese "querer" cambia, se debilita y sufre tantos aplazamientos como labios, manos y accidentes existen; y entonces ese "deber" se convierte en una especie de suspiro pródigo que al aliviar lastima.

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